Diego Velasquez - "Los borrachos"
Una poesía radical de arte y víscera
El brasileño Artur Barrio es distinguido con un sorprendente Premio Velázquez
El Premio Velázquez de Artes Plásticas consagró ayer a uno de los más revolucionarios autores de ese vanguardismo carioca caracterizado por el uso de materiales orgánicos y degradables, justo lo que más puede molestar a nuestra higiénica sociedad occidental.
En esta edición, el galardón, que reconoce la trayectoria de un artista y concede un jurado internacional, fue a parar a Artur Barrio, nacido en Oporto en 1945, si bien buena parte de su carrera la ha llevado a cabo en Río de Janeiro.
“No me considero ni brasileño ni portugués”, explicaba ayer Barrio, que se enteró de la concesión a través de la web de EL PAÍS en su estudio de Vila Nova de Gaia, cerca de Oporto, informa Miguel Mora. Allí se aclimata para que cuando llegue a la Bienal de Venecia, en la cual representará a Brasil, no sufra “los estragos del jet lag”. “He recibido el galardón con felicidad. Es cierto que me he mostrado contrario a los premios, pero este es superior.No quiero pensar que haya una conspiración estratégica, aunque los miembros del jurado son estupendos. Es emotivo recibirlo de un país en el que el arte político ha sido tan importante. Porque mi arte es político. Me considero más anarquista que comunista, creo que el valor financiero del arte es secundario y tengo fe en lo paralelo, en lo marginal. Detesto la mercantilización de las instituciones”.
Barrio estuvo presente en una estupenda exposición de la Fundación Botín del verano pasado, aunque quizás pocos se fijaron en las fotos de sus “situaciones” —acciones artísticas— o en los documentos que se mostraban. Tal vez algunos de los demás participantes en la muestra eclipsaban ese material, modesto, muy típico de finales de los sesenta y setenta.
De hecho, en "Río experimental. Más allá del arte, el poema y la acción" —comisariada por Monica Carballas— las obras de Artur Barrio se exhibían junto con las de artistas mucho más conocidos internacionalmente —Lygia Clark, Helio Oiticica, Lygia Pape o Cildo Meireles, premio Velázquez hace tres ediciones—.
El artista, que se ha desmarcado amenudo de las modas (tratando de hacer cierta la conocida frase del propio Oiticica: “Sé marginal, sé héroe” se trasladó amitad de los cincuenta a Brasil después de haber pasado un tiempo en Angola, donde se familiarizó con la cultura africana.
A fines de los sesenta volvía los ojos hacia materiales baratos —a mano— como basura, papel higiénico, orina o carne, la materia que quizás ha definido con mayor fuerza su trabajo, desde el conocido Libro de la carne, de finales de los setenta. Esos usos perecederos fundamentaban la esencia de sus propuestas, hasta cierto punto unidas a la idea situacionista de que no hay que crear una realidad paralela, sino que basta con
descontextualizar la existente. En esta estrategia consistían, precisamente, obras como Situación... ciu-
dad... y... campo, de 1970, en la cual una especie de fardo de barras de pan se iba colocando en lugares insospechados, transformando la percepción del objeto y el lugar mismo.
Siempre preocupado por las cuestiones políticas relacionadas primero con Brasil y su dictadura militar y más tarde con Portugal, Barrio realiza obras de matiz reivindicativo, como se puede comprobar a partir del propio uso de los detritus o de fórmulas como la empleada en la conocida Fardos ensangrentados: situación, obra
en la cual envuelve en telas y cuerdas 20 kilos de carne y huesos comprados en un matadero que luego deja en diferentes lugares en una velada referencia a la dictadura y el modo en el cual se desplazan los cuerpos.
De sus producciones, como ocurre en muchos artistas conceptuales, queda elmaterial fotográfico que sin embargo Barrio rechazó como obra en sí misma en 1970: “El registro de mis trabajos a través de fotos, películas... se efectúa únicamente a efectos de información/divulgación”. Pese a todo, y como sucede con la obra de muchos otros de su generación, las fotos de las Situaciones de Barrio han pasado a ocupar el lugar de honor en las salas de exposición, quizás porque toda vanguardia deja de serlo en algún momento. Por eso no es posible, frente a la concesión de este premio, dejar de recordar el modo en el cual comenzaba su Manifiesto, de 1969, con ecos del Manifiesto antropófago de finales de los veinte escrito por Oswald de Andrade:
“Contra las categorías de arte / contra los salones / contra los premios / contra los jurados / contra la crítica de arte”.
Quizás este sorprendente Velázquez premia el vanguardismo brasileño, como lo premió en Meireles. Y quizás la irónica respuesta telefónica dada ayer por Barrio (“me gusta recibir un premio que me haga hablar de Las
Meninas, aunque prefiero Los borrachos, así que lo celebraré con un rioja”) deja clara la citada frase de Oiticica: ser marginal es siempre ser héroe.
Estrella de Diego
Diego Velasquez - "Las Meninas"
Ningún galardón debería preocuparnos
João Fernandes
Siempre resulta extraño que Artur Barrio, artista enormemente crítico, reciba un premio institucional. Él siempre se ha mantenido lejos de los sistemas de legitimación del arte. Desde los años sesenta ha desarrollado una obra combativa y lo ha hecho, además, en momentos altamente complicados, como el trabajo desempeñado en plena dictadura brasileña. Su poética personal se ha tejido en materiales efímeros, precarios y orgánicos—como el pan, el vino, la sal, el pescado crudo, el bacalao— y de esa manera construía la poética de una memoria que era, a la vez, la de su cultura y la de su propia biografía.
Barrio y su generación —creadores como Cildo Meireles, Helio Oiticica, Ligia Clark y Lydia Pape— redefinieron el arte al protagonizar el primer momento verdaderamente crítico delmodernismo, narrando el aislamiento de la vida, acercando el arte a la poética de lo cotidiano.
Es por todo esto que la obra de Artur Barrio no es para ver sino para sentir con el olor y con el tacto, que genera situaciones en los espacios que luego él documenta con sus fotografías y con sus libros de artista.
Trabajar con él es compartir su vida, su sentido crítico delmundo y su capacidad de invención. Cada día reimagina sus exposiciones. Cuando colaboró con nosotros en la muestra regist(r)os, en 2000, colocó una montaña de algas en la puerta del museo. Aquellas algas, su intenso olor, fuerte y particular, traían la memoria perdida de las playas de su infancia, cuando las mujeres cargaban con ellas.
Aquello me pareció la demostración definitiva de que su obra es para vivir y para desarrollar a la vez un pensamiento crítico. Él pone en cuestión los museos en los que expone, las ferias en las que participa y los premios que recibe. Su obra es libre y libertaria. Y nos pone continuamente en aprietos, como con esa costumbre suya de dibujar en las paredes de los museos. Es su manera de romper con los muros de todas las convenciones, las sociales y las culturales. Es sumanera de recordarnos que nada puede domesticarle, por eso ningún premio que reciba debería preocuparnos.
João Fernandes es director del Museo de Arte Contemporáneo Serralves, en Oporto, donde expuso obra de Artur Barrio.
quarta-feira, 11 de maio de 2011
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