quarta-feira, 12 de maio de 2010
Gatos, Livros, Morte...
A los libros, como a los gatos, hay que renunciar a domesticarlos. Yo soy un cadáver que vive de
la vida infundida de los libros. Sé que sólo ellos, con su olor y su imaginación, me alimentan, y me
conservo joven entre los libros viejos, mientras que en la calle soy viejo entre tanto libro nuevo.
A los libros, ya digo, como a los gatos, no hay que tratar de domesticarlos. He comprendido que
su caos es el caos de mi vida, que quisiera apolínea por fuera, pero se me desordena por dentro en
cuanto llego a casa. Mis libros (no necesariamente los que yo escribo) me vivirán cuando yo muera,
vivirán en mí o viviré de ellos. Ese libro abierto y cualquiera (a lo mejor una guía de ferrocarriles)
que quedará abierto sobre mi mesa cuando yo deje de leer o lea hacia adentro, como los muertos,
ese mi libro póstumo que no lo toque nadie, maldito el que lo toque, que no lo cierre nadie, porque
entre sus páginas mudas yace la mariposa de mi mirada miope, descompuesta en colores, metáforas
o fórmulas.
Francisco Umbral, in "Un ser de lejanías"
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